Recetas de lluvia y azúcar



Cuando era pequeña devoraba libros, pero no tuve demasiados cuentos. Supongo que influyó que era la pequeña de tres hermanos, y leía los suyos. Así que, como Pitxu, de la Objetería los días felices, sucedía que solía ir unos años por delante en lo que a lecturas se refería. Ella me lo contó esta semana, mientras charlábamos de cualquier cosa y nos reíamos, como siempre, a carcajada limpia.

Cuando mi madre viajaba, solía volver con caramelos, donuts (que en nuestro pueblo no vendían) y libros del Barco de Vapor. Y ya entonces, quedó clara mi preferencia por las historias tristes. Cucho fue mi libro favorito durante mucho tiempo. Me emocionaba la historia de ese niño y de su abuela con apenas recursos para comprar unas gafas nuevas. Antes de dormir, leía sus páginas y dormía pensando en cuánta gente existe que, pese a todo, es feliz cuando está cerca de los suyos. 

En mi primera comunión, varios invitados me regalaron cuentos. Y los guardo como tesoros: Rapónchigo y Tistú el de los pulgares verdes, entre otros. Están en casa de mis padres y cuando regreso, casi siempre los releo. 

Y claro, como recibir libros ilustrados era algo excepcional, desde que soy mayor invierto parte de mis ahorros (pobres) en ellos. Sucede como con los cuadernos bonitos y los lápices y bolígrafos de colores, que como no los tuve en la infancia... ¡Ahora los compro a pares!




(© Fotos Thule)

Desde que existe Claudia, la mayoría de los libros son para ella. Los compro, los leo, deseo no tener que entregarlos, pero me doy cuenta de que a ella le convertirán en mejor persona. El último ha sido Recetas de lluvia y azúcar, escrito e ilustrado por Eva Manzano y Mónica Gutiérrez Serna. De la edición se ha ocupado Thule

Fue Pitxu, mi adorada 'objetera feliza', la que me lo descubrió. Sé que es el mejor regalo que puedo hacerle a mi sobrina por su décimo cumpleaños. Ojalá ella aprenda, antes que yo, a descubrir, pensar y repensar en torno a las emociones. 

No diré mucho más porque esta joya debe ser descubierta por cada uno. Tan solo añadiré algunas de sus palabras, de cómo definen emociones que, con tanta frecuencia nos pillan desprevenidos, y algunos trucos para manejarlas:

"El miedo está siempre escondido porque es muy asustadizo". 

Para combatirlo: 
"Cantar en voz alta. Al miedo le da mucha rabia"

Recetas para estar alegre: "Darse besos en los brazos". 

"El enfado nunca es lo que parece". 

Para olvidarlo: 
"Ponerse cabeza abajo, resulta mucho más incómodo y enseguida, se te olvida el enfado".

Receta para ser cariñoso: 
"Practicar con un espejo de besos, empieza él y sigues tú". 

"Tener confianza es encender una linterna cuando no hay luz". 

Para tenerla: 
"Se recomienda pensar que uno es más listo que tonto". 


Y seguiría, pero lo bonito es contemplar las ilustraciones, rozar las páginas con la yema de los dedos. En definitiva, dedicarle unos minutitos y pensar en cómo nos sentimos y qué nombre tienen las emociones; tanto las que nos sanan como las que nos hieren.  

Si os gustan los libros que son bonitos, por dentro y por fuera, visitad a Pitxu y desearéis cambiarle el puesto y quedaros a vivir en su Objetería (Plaza del Castillo, 38. Pamplona). ¡Ella seguro que agradece unas mini-vacaciones!

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